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Las entidades elevan los recargos por el crédito de las ‘visas’ al límite de lo que los tribunales consideran indudablemente usurario y comienzan a incluir esas fórmulas como alternativas y complementos de pago en las tarjetas clásicas, cuyo uso se ha disparado con el avance de la digitalización asociado a la pandemia.

‘Buy now, pay later’, compre ahora y pague después. Ese sugerente lema, dirigido principalmente a quien no dispone de solvencia (más que de liquidez) para cubrir su gastos, se está situando como el eje de una de las principales líneas de negocio de los bancos españoles: están generalizando el uso de fórmulas tipo ‘revolving’ como alternativa y como complemento, según el caso, a las tarjetas de crédito clásicas, lo que sitúa a sus clientes ante el riesgo de pagar intereses de más del 20% por el dinero del que disponen a crédito.

La extensión del uso de ese tipo de productos, que aparecen como una lucrativa línea de negocio para un sector bancario que está llevando a límites insoportables la presión al cliente con las comisiones tras el gripado del mercado hipotecario y de su vertiente abusiva con episodios como los de las cláusulas suelo, está provocando una avalancha de miles de demandas por usura en juzgados de todo el país que mayoritariamente están siendo resueltas a favor del cliente.

La fórmula ‘revolving’, cuya traducción como «giratorio» o «rotativo» resulta bastante más clarificadora que el anglicismo por el que ha optado el márketing, consiste en liquidar a plazos la devolución del dinero gastado a crédito, dentro de unos límites previamente establecidos que no suelen superar los 12.000 euros, mediante unas cuotas periódicas fijas y con unos intereses que en la práctica acaban superando el 20% anual, ya que la deuda se renueva mensualmente.

La práctica totalidad de las entidades financieras que operan en España comercializan productos de ese tipo, ya sea de manera autónoma, como complemento de débito en las tarjetas de crédito por si los gastos del cliente superan a sus recursos o, también, como novedosa fórmula de pago en la que las cuotas pagan compras y servicios específicos, como la instalación y el funcionamiento de una alarma, a través de una tarjeta que al mismo tiempo ofrece una opción del débito con esos niveles de interés para otras operaciones.
Intererses por encima del 25% en algunos casos.

Intereses por encima del 25% en algunos casos

«Las entidades se están volcando en este tipo de productos, que en realidad son opciones de crédito, pero hay que ser consciente de que con ellas se genera una deuda y unos intereses elevados», explican fuentes de Asufín (Asociación de Usuarios Financieros), que advierten de que «se trata de un producto más sofisticado que la tarjeta de crédito convencional, con la que el gasto se cubre al mes siguiente y sin intereses».

Ese modelo supone una apetecible línea de negocio para la banca, que pasa a cobrar intereses superiores al 20% por descuadres que, de aplicárseles la tradicional comisión de descubierto se quedarían en el 5% más un gravamen de 30 a 50 euros por la reclamación.

Las ‘revolving’ comenzaron a extenderse por España en la segunda mitad de la pasada década como uno de los productos estrella de Wizink, cuyo negocio se frenó en seco cuando el Supremo al declarar en marzo del año pasado que resultaban usurarios los intereses de casi el 27% que llegaba a cobrar en la práctica como TAE (Tasa Anual Equivalente).

Paradójicamente, la sentencia, que consideraba usura cualquier interés superior al 20% aunque no aclaraba a partir de qué porcentaje comienza el abuso, hizo que Wizink cerrara su departamento de ‘revolving’ mientras la comercialización de ese tipo de tarjetas se generalizaba en el resto del sector financiero español.

Las estadísticas del Banco de España sobre los intereses que las entidades financieras aplican a sus tarjetas de crédito reflejan un salto cuantitativo con la irrupción de las ‘revolving’ en el mercado a partir de 2018, cuando el gravamen se duplicó con creces al pasar de menos del 10% a más del 20% en unos meses, para moderarse ligeramente después y caer al entorno del 18%.

No obstante, el interés final de las ‘revolving’, que el estudio del Banco de España no separa de las tarjetas clásicas, supera con claridad el 20% en la mayoría de los bancos. El último barómetro de Asufín sobre este asunto, elaborado en julio, sitúa su TAE medio por encima del 20% mientras el de entidades como BBVA, Openbank y Caixabank supera el 23% y en algunos casos el 25%.

El TAE incluye el TIN, que es la Tasa de Interés Nominal o teórica de un crédito, al que se le suman las comisiones y penalizaciones que lo elevan y se le restan las bonificaciones que lo bajan. El TAE es el precio real del dinero que soporta el cliente de un banco.

Los jueces declaran usurarios esos intereses

«La falta de transparencia del mecanismo de amortización lleva al consumidor a pensar, erróneamente, que adquiere una tarjeta de facilidad de pagos cuando en realidad contrata una línea de crédito abierta que le atrapa en una espiral de deuda», sostenía Patricia Suárez, presidenta de Asufìn.

«Asumir un gasto superior al que tienes capacidad de asumir entraña riesgos, eso está claro, pero no se puede cargar la responsabilidad en el consumidor«, señalan fuentes de la asociación, que recuerdan que «las entidades financieras tienen la obligación, impuesta por el Banco de España, de dar crédito de manera responsable, estudiando la capacidad del cliente. Eso es una obligación del sistema bancario para, precisamente, no expulsar de él al consumidor».

Eso no es precisamente lo que se están encontrando los abogados de los afectados por los fraudes de las ‘revolving’. «El banco dedica a amortizar la deuda una pequeña cantidad de la cuota mientras con el resto se pagan otros gastos y algunas comisiones, con lo que la deuda se eterniza«, señala Sara Benedí, letrada zaragozana especializada en temas hipotecarios y financieros, que explica casos como el aumento al 24% en el interés de una tarjeta ofrecida como «financiación a coste cero» o el endose de tarjetas de ese tipo como medio para bonificar una hipoteca.

Los bancos suelen utilizar dos prácticas disuasorias: sostener que el pleito debe ventilarse en los juzgados de la ciudad donde tiene su sede, cuando las demandas de consumidores se sustancian en las de estos, y la negativa a entregar documentación sobre los movimientos de la tarjeta, que suelen entregar al día siguiente de que, tras no haber comparecido en una diligencia, los juzgados ordenen el registro de su sede para localizar esos papeles.

Al final, explica la abogada, «si el juez declara usurario el interés, se liquida lo dispuesto por lo pagado, ya que en ese caso se considera abusivo y se declara nulo«. Es lo que, como con las cláusulas suelo, está ocurriendo en la mayoría de los casos.

La OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) informaba este martes en una nota de que sus demandas se están cerrando en el 100% de los casos a favor del consumidor, ya sea por sentencia o por acuerdo, con un pago medio de casi 7.500 euros por asunto.

La digitalización tras la pandemia dispara el uso de tarjetas

La generalización de estas prácticas abusivas coincide con un momento en el que, como consecuencia del avance de la digitalización asociado a la pandemia, se ha extendido el uso de las tarjetas de crédito como medio de pago.

«Antes de la pandemia se realizaba el 20% de los gastos, se llegó a superar el 35% y en algunos momentos se alcanzó el 40%. Ahora está en torno al 25%«, explica Miguel Cardoso, de BBVA Research, que llama la atención sobre cómo también ha cambiado el uso, con mayores prevalencias del pago con tarjeta en la adquisición de servicios cuando antes se concentraba en la de bienes.

En este sentido, entre los meses de octubre de 2019 y de 2021 el porcentaje de pagos con tarjeta ha crecido un 50% en el sector de la restauración, un 15% en el del alojamiento y más de un 20% en los del ocio y el entretenimiento.

«La aceleración está siendo muy acusada», indica, con aumentos de la frecuencia y de las cuantías en ámbitos como la restauración: se sale más y se gasta más tras la relajación de la primera tanda de restricciones previas a la vacunación, que generó elevadas bolsas de ahorro indeseado en los estratos sociales de mayores rentas.

«La mayor parte de ese aumento del gasto ha sido a cuenta del consumo que no se había hecho antes«, señala Cardoso, que anota cómo ya se detectan cambios en el comportamiento de aquellos a quienes les venía sobrando sueldo al acabar el mes: «se está reduciendo la tasa de ahorro, con un mayor consumo, y se está empezando a tirar de la riqueza creada con ese ahorro».

El Black Friday y los síntomas de agotamiento del consumo

Sin embargo, esas bolsas de ahorro vinculadas a las restricciones pandémicas no son generalizadas ni se reparten de una manera homogénea, algo que va a resultar clave para el desarrollo de los cuarenta días de vorágine consumista que arrancan este fin de semana con el Black Friday y se prolongan hasta principios de enero con las celebraciones navideñas.

«El ahorro está desproporcionalmente distribuido», recuerda Cardoso, que llama la atención sobre dos aspectos a observar: «habrá que ver cuánto frugales o no acaban siendo las clases que han tenido más capacidad de ahorro», y si optarán por invertir o por gastar, y cómo las subidas de precios por las tendencias inflacionistas y la crisis de suministros «pueden limitar la capacidad de gasto de las clases medias» por resultarles inaccesibles determinados productos o requerir su compra un esfuerzo financiero desmesurado.

«En unos casos va a haber una oferta limitada de bienes y en otros van a tener precios elevados», advierte el economista, que recomienda observar esos procesos. «La gente tiene dinero, pero pueden aparecer los primeros síntomas de agotamiento» de esa fase de crecimiento del consumo, añade.

En este sentido, a la hora de afrontar jornadas consumistas como las que se acercan, entidades como BBVA recomiendan definir previamente los presupuestos, elaborar listas de los productos que se desea comprar para distinguir entre deseo y necesidad, comparar precios y no dejarse llevar por el sesgo del anclaje, que vendría a ser fijarse más en el porcentaje de descuento que en el precio en sí, y comprobar si los artículos rebajados venían formando parte de la oferta habitual del establecimiento

EDUARDO BAYONA
publico.es

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