Una clienta, autónoma, acepta un trabajo por WhatsApp. Acordaron precio, condiciones y entrega. Todo por escrito, pero sin firma formal.
Entrega el trabajo. El cliente dice que no era lo acordado.
Ella quiere cobrar.
Él se hace el loco.
Y me llama con la frase mágica:
«Pero como no firmamos nada…»
Error.
En el mundo real, los contratos no siempre se parecen a los que salen en las pelis.
Pero tienen las mismas consecuencias.
Y lo peor es que mucha gente se entera cuando ya hay un problema.
Todo acuerdo entre partes, con consentimiento, objeto y causa, es un contrato.
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